Valdivia 1960, La Catástrofe que cambió a todo un país, El sismo más poderoso de la historia.

El terremoto y maremoto de Valdivia, también conocido como el Gran Terremoto de Chile, es uno de los eventos sísmicos más devastadores y poderosos registrados en la historia moderna. Ocurrió el 22 de mayo de 1960, con una magnitud de 9.5 en la escala de Richter, siendo el terremoto más fuerte jamás medido.

Antecedentes y Desarrollo del Terremoto

A las 15:11 horas del domingo 22 de mayo de 1960, un ruido subterráneo y ronco irrumpió en la tranquilidad dominical de los residentes de la ciudad de Valdivia, ubicada en el sur de Chile, que a esa hora disfrutaban del sol otoñal.

En pocos segundos, el breve temblor inicial se convirtió en el terremoto de mayor magnitud registrado en la historia.

Con una magnitud de 9.5 Mw (Moment magnitude), los científicos calculan que lo que sucedió esa tarde en términos de energía liberada fue 20.000 veces más potente que la bomba lanzada sobre Hiroshima al final de la Segunda Guerra Mundial.

El Maremoto

Unos 15 minutos después del movimiento telúrico, vino algo aún peor: un tsunami con olas superiores a los 10 metros arrasó con buena parte del sur del país. Esto provocó un cambio en el mapa de Chile: se alteraron los cauces de los ríos y grandes porciones de tierra se hundieron.

Impacto Humano y Económico

¿El resultado? Más de 2.000 personas muertas, millones de damnificados y daños severos en los caminos y edificaciones de Valdivia y de otras ciudades de la región. La infraestructura fue severamente dañada: carreteras, puentes y edificios colapsaron, y las líneas de comunicación quedaron interrumpidas. El daño económico se estimó en unos 550 millones de dólares de la época, lo que equivaldría a varios miles de millones en la actualidad.

Las consecuencias a largo plazo incluyeron cambios significativos en la geografía de la región, con nuevas formaciones de lagos y alteraciones en la línea de la costa. El sector agrícola, vital para la economía local, sufrió enormes pérdidas debido a la destrucción de tierras cultivables y la muerte de ganado.

Testimonio

María Soledad Salas, una sobreviviente del terremoto de Valdivia, recuerda ese fatídico día con gran claridad:

«Tenía 8 años cuando fue el terremoto, pero me acuerdo de todo. Estaba en la casa de una tía con mis hermanos. Mis papás habían ido al cementerio a ponerle flores a la tumba de mi abuela.

Como a las tres de la tarde, estábamos jugando en una habitación y, de repente, empezaron unos ruidos raros. Ahí vino el primer remezón.

‘¡Niños, niños, bajen!’, nos llamaron.

Salimos al antejardín. Yo tenía miedo. Se decía que las casas de cemento no eran tan seguras y nosotros estábamos en una casa de cemento.

Después del segundo remezón, que fue más fuerte, vi que la camioneta de mi papá venía llegando. Quería ir a verlo, pero intenté caminar y no podía. De eso me acuerdo clarito.

La camioneta se movía por todos lados, mientras mi papá intentaba sujetarse a ella. La casa de mi tía también se movía de un lado al otro, era increíble. Lo mismo con los postes de luz.

Cuando terminó el movimiento, mi papá nos llevó a nuestra casa que quedaba a unas cinco cuadras de ahí.

Mi mamá se había quedado en el cementerio. Dice que sonaban las manijas de las tumbas, que vio los nichos rotos, los ataúdes… que fue espantoso.

El hospital que quedaba al frente de nuestra casa se cayó prácticamente completo. Eso fue bastante dantesco. Los enfermos deambulaban por las calles, en bata. Era espantoso, la gente gritaba, se sentían sollozos y lamentos.

A mí no me dejaban mirar, pero igual vi a una mujer dando a luz a un niño ahí al frente de mi casa.

Mucha gente decidió sacar sus camas y armar campamento en la plazoleta; hacían fogatas. Nosotros no. Bajamos los colchones al primer piso y dormimos ahí por si había que salir arrancando porque temblaba a cada rato.

La destrucción era impresionante. Mi papá nos llevó a mirar lo que había pasado. La costanera de Valdivia, las casas, estaba todo destruido.

Recuerdo haber estado parada en uno de los puentes después del maremoto y vi pasar un montón de cosas, entre ellas, un corral de chanchos. Iba rapidísimo.

Nosotros, los niños, nos íbamos a meter a la morgue. Como yo era bastante intrépida, me encantaba hacer esas cosas. Íbamos a ver si había muertos. Y estaba repleto, además de que estaba todo destrozado.

No volvimos a la normalidad en al menos tres meses».